En la primavera de 1935 Bach padeció una dolorosa sinusitis, al mismo tiempo tenía la impresión de estar perdiendo la razón. Una mañana, durante su paseo, casualmente se fijó en una blanca flor. Percibió instantáneamente que había encontrado otro remedio. Arrancó una rama de este pequeño árbol cubierto de flores y la llevó consigo. Pero el sol de marzo, que se hallaba en Piscis, a punto de sobrepasar el equinoccio vernal, no tenía aún la fuerza que le es propia cuando se encuentra en regiones más altas del zodiaco. Así pues, Bach no pudo aplicar su método solar. Por este motivo preparó el nuevo remedio floral hirviendo la rama en agua y dejándola reposar una hora. El fuego del hogar también desprende energía solar aunque sea la de veranos anteriores. Una vez enfriado el líquido tomó unas cuantas gotas y los dolores desaparecieron. Había encontrado un remedio para las personas que tienen miedo a flaquear, miedo a perder el control y a enloquecer.
También había descubierto con él el método de ebullición, que aplicaría en la mayoría de los remedios que aún quedaban por descubrir. Igual que con el método solar, mezclaba el líquido obtenido con mitad y mitad de aguardiente para su conservación.
El floreciente arbolito que le llevó a este descubrimiento era la cerasifera (Prunus cerasifera). Este árbol florece desde febrero hasta comienzos de abril, antes de que brote el follaje en sus ramas lisas, en ocasiones, espinosas. La cerasifera es, junto con su pariente más próximo el ciruelo silvestre (Prunus spinosa), la primera flor blanca de la primavera. A veces la floración se inicia cuando todavía hay nieve. Sus flores son de alba blancura y presentan cinco pétalos. Del centro de la flor, algo más grande que la del endrino, se alzan numerosos estambres dorados, pero solamente un pistilo. Después de la polinización, el ovario va madurando hasta formar una fruta comestible, parecida a la cereza, que primero es verde y después adquiere tonos amarillos y rojizos.
Igual que el endrino, la cerasifera se halla por completo bajo el signo de la gran diosa Blanca, la gran hechicera, señora de las mujeres sabias y de las brujas, que en el antiguo Gales era festejada con el nombre de Blodeuwedd, la doncella nacida de las flores.
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