La cerasifera y el endrino son, sobre todo, plantas de seto. Antiguamente el seto separaba los campos labrados de la tierra inculta, la región civilizada del bosque con sus animales salvajes y fantasmas.
Las adeptas de la diosa blanca eran las que montaban las escobas hechas con ramas de setos (hagazussa = brujas). Estas hechiceras diabólicas tenían acceso a las salvajes fuerzas de la Naturaleza, también a las de la naturaleza interior, inconsciente, del oscuro caos de la psique. Como brujas que eran, tenían conocimiento de cosas extraordinarias, secretas, aquellas que llenan de miedo y terror al hombre normal y lo hacen perder el control racional.
La diosa Blanca ama a este árbol, porque este ofrece las primeras flores del año a las abejas, sus protegidas, así estos hambrientos insectos pueden deleitarse con su abundante néctar y polen después del invierno. La diosa salvaje e indomable de las montañas y bosques, de los animales salvajes y de las mujeres encintas, conocida por Artemísa (la pequeña osa), se alimenta de la miel.
Con la miel también se elaboraba un vino embriagador, que se mezclaba con beleño y otras hierbas silvestres, y que se ofrecía a la Luna llena de primavera en honor de la diosa y de su galán cornudo. En estas fiestas alegres y desenfrenadas las personas se liberaban de los temores que habían relegados al subconsciente, desde crueldades sangrientes hasta excesos sexuales. Eran fiestas orgiásticas, dionisiacas, que sólo se podían celebrar más allá del seto de la civilización. En el poema de Taliesin se dice: «El ciruelo es un árbol no querido por los hombres». Ello probablemente alude a este aspecto salvaje, incontrolado, de la diosa Blanca que es simbolizada por este árbol. La flor del ciruelo silvestre es seguramente también una de las nueve flores a partir de las cuales el druida Gwydion creó el cuerpo de la «doncella de las flores».
La diosa Blanca fue domada con el advenimiento del cristianismo. Se convirtió en la doncella pura de la Candelaria, la diosa celestial que reina sobre la luna y las actividades lunares. Pero continúa existiendo la asociación entre la diosa pagana y el ciruelo silvestre. Culpeper reconoce el signo de Venus en todas las especies de ciruelo, existen más de 200 especies que son antepasados de la cerasifera. Durante la Edad Media, a los clientes de los burdeles se les ofrecía esta fruta del árbol de Venus como refrigerio, ya que se le atribuían propiedades afrodisíacas. Aun hoy en día el psicoanálisis interpreta el ciruelo como un símbolo sexual femenino.
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