Por lo tanto observamos que este árbol luminoso y encantador posee una irradiación positiva para el hombre. Tampoco impide, como otras coníferas, el crecimiento a las plantas que están a su alrededor. Al contrario, las agujas caídas en otoño fertilizan el suelo para las gramíneas, hierbas, hongos y arbustos.
Antiguamente los campesinos creían ver bajo los oscuros abetos y viejos pinos las figuras de gnomos hoscos y arteros. En los alerces, en cambio, siempre se les aparecían simpáticas hadas del bosque (Salige, en alemán) a los solitarios caminantes y pastores. Cuando alguien se perdía en el bosque, ellas le indicaban el camino. En ocasiones asistían a las pobres campesinas durante el parto cuando no se había presentado la comadrona. A veces entraban silenciosas en el cuarto de las hilanderas y las ayudaban en su trabajo. No pedían pago alguno, puesto que, como ya indica el otoñal esplendor de los alerces, poseen oro en abundancia. Se decía que cuando alguien se había mostrado bondadoso con ellas y sus árboles, le entregaban parte de su riqueza. Se cuenta que poseían sacos llenos de dinero y cestas llenas de pan que nunca se agotaban. Probablemente serían el oro de la sabiduría y el pan del ingenio lo que ofrecerían a las personas de buen corazón.
En otros tiempos había muchos lugares con árboles donde estas hadas o ninfas del bosque podían encontrar refugio, sobre todo árboles poco frondosos como el tilo, el abedul y el alerce. Estos seres tienen figuras de mujeres de rutilante belleza, todos los pueblos las conocen. En Grecia se llamaban dríadas, la Edda poética habla de las inwiedien, y en India se las conoce como las encantadoras yakshi, las novias del guardián subterráneo del tesoro que residen en las majestuosas higueras. Los germanos consideraban a las ninfas, las disen o idisen, las doncellas al servicio de Freya. Las mujeres podían ir a buscar hijos en los árboles donde residían las ninfas de los bosques, ya que éstas tienen acceso a los lugares donde se encuentran las almas de los aún no nacidos. Hasta comienzos de la época moderna había en los países alpinos alerces viejísimos donde las mujeres podían ir a buscar hijos, sobre todo varones.
Estas cosas pueden parecer pura fantasía en una época tan materialista, que sólo busca la realidad «exterior» y solo presta atención a lo mensurable y ponderable. Hace ya mucho tiempo que se talaron los árboles sagrados, se racionalizaron los campos y se degradaron los bosques para crear arboledas. Los espíritus y las ninfas de los bosques huyeron, ahora sólo es posible verlos en algunas apartadas regiones, intransitables cenagales o solitarias montañas.
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