En nuestros jardines podemos encontrar, por ejemplo, Impatiens sultanai de Zanzíbar, o la hermosa Impatiens balsamina, originaria del este de Asia. En los parques y debajo de tupidos setos podemos encontrar la balsamina de Siberia, que un día arrojara sus semillas por encima de la valla de algún jardín botánico y desde entonces se ha ido extendiendo por toda Europa. Una balsamina autóctona, la hierba de santa Catalina (Impatiens noli me tangere), llamada también «no me toques», debido a la explosión de sus cápsulas seminales al menor roce, es delicada y presenta flores de color amarillo limón. Debido a la forma de sus flores, en Suiza recibe el nombre de «caperuza de los capuchinos», y existe una canción infantil que habla de ella.
Antaño se le atribuían poderes mágicos a esta flor, las personas se la colgaban al cuello a modo de amuleto contra embrujos. El empleo mágico de esta flor sigue vigente en su país de origen asiático. En el lenguaje tradicional de las flores, llevar colgada la impaciencia significa «¡No te me acerques!» Pero, sobre todo, esta planta representa la impaciencia.
En la medicina popular, la impaciencia europea, que contiene algunos principios amargos y taninos, es considerada más bien un remedio de escaso valor que provoca el vómito, es diurético y laxante. De acuerdo con su signo mercurial, es eficaz contra la retención de líquidos en el cuerpo. Se utilizaba de forma tópica, aplicándola sobre las picaduras de insectos y roces con ortigas que provocan hinchazón y prurito, y para aliviar las hemorroides.
De modo similar utilizaban la impaciencia autóctona (Impatiens biflora) los habitantes pre-colombinos de los bosques de Norteamérica, triturando la carnosa hierba y aplicándola sobre la piel inflamada, con irritaciones y ampollas producidas por el contacto con anacardiáceas.
En China, las balsamináceas también reciben su nombre con razón. Las flores de la impatiens balsamina, recogidas por la tarde, tienen un efecto balsámico, y también son llamadas jixingzi (impaciencia). Con las flores o toda la hierba se preparan infusiones que tienen numerosas aplicaciones internas o externas en trastornos como el reuma, los resfriados, las inflamaciones glandulares, los furúnculos y las enfermedades de la piel. Con las flores frescas se tratan las infecciones por hongo de las manos. Científicos chinos han podido demostrar que los extractos de Impatiens realmente inhiben el desarrollo bacteriano.
Las balsamináceas nunca lignifican, crecen con rapidez y arrojan sus semillas a gran distancia enrollando rápidamente sus carpelos, por este motivo, en la botánica astrológica antigua eran consideradas plantas mercuriales. Mercurio es el dios planetario de las transformaciones instantáneas, su lema es la «impaciencia» y el mercurio su metal.
Edward Bach percibió la naturaleza mercurial de esta planta cuando la vio por primera vez en su excursión a orillas del Usk. Preparada en esencia, la flor es capaz de transformar las propiedades mercuriales negativas como la impaciencia, la precipitación y la irritabilidad, en cualidades positivas de modo que la manera de obrar y pensar con rapidez sean compatibles con la paciencia, la delicadeza, la compasión y la afabilidad.