La impaciencia (Impatiens glandulifera) es una hierba carnosa anual que crece en los valles fluviales, las vegas húmedas y los lindes del bosque. Antes del solsticio estas delicadas plantitas tienen un aspecto bastante lastimoso. Da la impresión de que las ortigas y las malas hierbas estuvieran a punto de cubrirlas. Pero de repente, pasado el día de san Juan, empiezan a crecer y a ramificarse derrotando a sus contrincantes. Su crecimiento es exuberante: ávidamente absorben el agua subterránea, lo cual hace hincharse los nudos de los tallos vítreo rojizos y provoca el goteo del líquido sobrante en las hojas y brotes. Cuando una tormenta derriba los tallos de casi dos metros de altura o un animal pasa por encima de ellos, rápidamente vuelven a desarrollarse nuevas raíces en todos los nudos que tocan el suelo. En otoño, cuando la mayoría de las otras plantas de flor ya se han marchitado y echado las semillas, Impatiens sigue floreciendo desenfrenadamente. Sólo la llegada de las heladas acaba con su fuerza expansiva.
Su inflorescencia es soberbia. Los delicados pétalos color violeta están unidos de dos en dos y forman una garganta que sirve de invitación a los pesados abejorros para que beban su néctar. Dos sépalos rojos se unen formando una especie de corona con espolón, como si la flor llevase una caperuza. Al igual que Mimulus, la flor de Impatiens posee una simetría bilateral y se sostiene horizontalmente en el espacio, lo cual le confiere un aspecto animal. Este tipo de flor hace pensar que se trata de una planta venenosa, pero no lo es, vive su astralidad con una vivacidad casi animal. El ovario superior madura formando una cápsula fusiforme que se rompe con un perceptible sonido al más mínimo toque y arroja sus semillas a varios metros de distancia. Frecuentemente ni siquiera es necesario un toque para que la planta libere su carga de semillas.
La impaciencia, originaria del Himalaya, fue importada a Inglaterra en 1830, y desde entonces ha ido extendiéndose por el resto de Europa. Cada vez es más frecuente encontrar a esta intrusa. Los puristas de la naturaleza incluso ya hablan preocupados de una excesiva «extranjerización» de la flora autóctona. Corren rumores de que pérfidos apicultores están sembrando secretamente la planta debido a su abundante producción de néctar.
Con las plantas ocurre lo mismo que con las personas, se comprenderá mejor su personalidad cuantos más miembros de la familia se conozcan. Impaciencia pertenece a la familia de las balsamináceas, cuyos miembros presentan flores delicadas y carnosas de gran colorido y crecimiento rápido.
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