El botánico experto sabrá enseguida, observando la flor de cinco pétalos, el ovario, los tallos delgados sin hojas y los folículos redondos, que la violeta de agua es una primulácea. Las primuláceas (primavera, murajes, numularia, lisimaquia) necesitan el elemento húmedo y fresco para vivir y crecen en los prados húmedos y en las orillas de los ríos y estanques. La violeta de agua ha dado incluso un paso más en esta dirección y se ha retirado a vivir por completo en el agua. Cuando baja el nivel del agua puede adoptar una forma terrestre y formar una roseta.
Las primuláceas reciben su nombre por el hecho de estar entre las primeras (primus = el primero) flores que aparecen en primavera. Son como llaves que le abren al Sol la puerta de Aries, el primer signo zodiacal, para que pueda radiar con más intensidad. Las primuláceas participan en el proceso cósmico anual, cuando la Tierra vuelve a revivir y comienza a respirar con libertad. Es la época en la cual las fuerzas de Mercurio liberan a la Naturaleza de su adormecimiento invernal, anulando la paralización saturnina de las fuerzas y savias vitales para que todo vuelva a fluir de nuevo. En el microcosmos humano las primuláceas también consiguen superar el estancamiento y volver a hacer fluir los humores. Contienen numerosos compuestos moleculares espumosos (saponinas), es decir, sustancias activas que transmiten un movimiento mercurial a los procesos metabólicos y por ello desempeñan un importante papel en las curas de depuración de la sangre y las curas primaverales. Las saponinas podrían calificarse adecuadamente como «substancias vegetales mercuriales».' En el intestino estimulan la absorción de sustancias nutritivas por parte de los vasos sanguíneos y linfáticos, en los pulmones, que tradicionalmente son considerados la sede de Mercurio en el cuerpo, tienen efectos mucolíticos y facilitan el intercambio de gases, también estimulan la secreción glandular. Como era de esperar del dios de la medicina Mercurio, las saponinas aceleran y aumentan la asimilación de otras sustancias activas en el organismo. Mercurio es el desencadenador que vuelve a integrar lo paralizado, lo contenido en el flujo de la vida.