En la herbolaria astrológica, la planta se asigna a Venus debido a sus delicadas flores color lila rosáceo, y a Marte debido a sus recios tallos. La denominación «mechón de Isis» o «hierba de la paloma» indican su pertenencia a esta gran diosa ya que la paloma es el pájaro de Venus.
Según Culpeper, el ungüento de verbena preparado con manteca alivia «los tumores y dolores en las partes secretas de la anatomía», es decir en los órganos sexuales regidos por Venus. Esta planta de Venus protege a los recién nacidos y a las parturientas, aquellas personas que lleven una rama de esta planta serán apreciadas y deseadas por las del otro sexo. Pero en la verbena también se manifiesta con intensidad el fogoso amante de Venus, el duro Marte, dios del hierro y de la sangre, de modo que el amor que desencadena esta planta es «ardiente», «como el hierro candente». Este amor impetuoso puede manifestarse de igual forma en un plano físico como en forma de fanatismo espiritual. Llevar un amuleto de verbena proporciona la dureza, la fuerza y resistencia del hierro, la potencia procreativa y el poder deconvicción espiritual. Por ello no es de extrañar que antiguamente la planta fuera utilizada para preparar un elixir del amor a fin de que el «miembro se ponga duro como el hierro».
Probablemente el nombre verbena se deba al empleo de esta planta para endurecer el hierro. La circunstancia anteriormente mencionada de que los celtas dibujaban un círculo con hierro para desenterrar la planta hace referencia a arcaicos rituales de forja. El herrero, por ejemplo el Wieland de la leyenda nórdica, era considerado en las culturas arcaicas un hechicero capaz de arrebatarle a la Tierra sus metales haciendo gala de una insuperable fuerza de voluntad y de domarlos con la ayuda del viento (barquín), fuego, rayo y trueno.ns
Una leyenda cristiana también asocia a ese metal con esta planta. Según esta leyenda, la planta se originó durante un descanso de san José durante el trabajo. Mientras dormía, el niño Jesús le ató un alambre alrededor de la cabeza, y cuando el carpintero despertó y se tocó el pelo, el alambre se había convertido en una verbena floreciente.