La verbena (Verbena officinalis) es una planta robusta que alcanza hasta un metro de altura y florece desde el día de san Juan hasta el equinoccio de otoño en praderas secas, terrenos baldíos, laderas rocosas, montones de escombros y veras soleadas del camino. Las diminutas flores de color lila claro, dispuestas en delgadas espigas, son bastante insignificantes. Sus tallos cuadrados recuerdan a los de la hierbabuena aunque ni éstos ni las hojas dentadas contienen un aroma especial. La «verbena» de fuerte aroma que se puede adquirir para infusión o cultivar en el jardín es una especie emparentada, la Verbena odorata o Lippia citriodora de Sudamérica.
La verbena autóctona no es una planta que llame la atención. Por ello resulta sorprendente el entusiasmo que esta modesta hierba ha provocado desde la Antigüedad. A la verbena se le han atribuido múltiples propiedades. Los agricultores solían plantarla en el campo para prevenir las tormentas y asegurarse una rica cosecha. Las brujas la utilizaban para preparar sus pócimas. También se ataba en la cola de los caballos para que éstos fueran más veloces. Los niños la debían comer para volverse más inteligentes y listos, también se vertía en el agua del baño para que crecieran más fuertes y sanos. Si se frotaba en las manos se podían coger sin peligro serpientes venenosas. Se creía que la raíz colgada como amuleto servía para alejar a los malos espíritus y embrujos, y protegía contra diversas enfermedades, la peste y los abortos. Colgada del cuello eliminaba las preocupaciones y llevada como guirnalda en los cabellos aliviaba los dolores de cabeza.
Sin embargo, no era fácil conseguir estos poderes milagrosos. Sólo mediante un ritual ejecutado a conciencia, en el momento idóneo y con el verso adecuado se podían despertar los poderes ocultos en la verbena. Para encontrar tesoros ocultos debía arrancarse la raíz en la noche de san Jorge (23 de abril), ya que este caballero armado era capaz de vencer al dragón guardián de los tesoros. Otros momentos favorables para arrancar la raíz eran la fiesta de la Asunción (15 de agosto) y la de san Juan, cuando se abre el anillo anual y el sol se detiene por un instante. Sin embargo, los momentos más idóneos eran las oscuras noches del tercer cuarto menguante de los días caniculares de otoño, cuando Sirio asciende por el horizonte. Era importante seguir un determinado ritual: había que procurar no tocar nunca la hierba sagrada con hierro, por lo cual era necesario arrancar la raíz con herramientas de oro o plata, antes era necesario pronunciar un conjuro, como por ejemplo el siguiente, del siglo XIV: «Te ordeno, noble raíz de verbena, en el nombre del Padre, del Hijo y del Espíritu Santo y de los cuatro arcángeles y de los cuatro evangelistas A continuación había que dejar la planta con la raíz en el suelo, sin tocarla, hasta que quedara bañada por el rocío ya que, sin esta humedad celeste, se perdería su fuerza. Sólo entonces era posible emplearla.
Este tipo de rituales de extracción son antiquísimos y se conocen en casi todas las culturas.