El nombre inglés, Star of Bethlehem (estrella de Belén), no solamente hace alusión al origen geográfico de la planta sino que también esclarece el complejo simbólico que rodea a esta flor. En todo el Oriente Próximo esta flor era considerada símbolo de la pureza, de la inocencia y de la virginidad. La tradición no distingue claramente entre las distintas especies botánicas. Las azucenas que actualmente adornan nuestros jardines vinieron mucho más tarde del este de Asia y no nos referimos a ellas. La leyenda cristiana incluye a la leche de gallina entre las hierbas y plantas del pesebre donde yacía el niño Jesús. La leche de gallina, objeto de una gran veneración, comenzó a crecer formando una corona de flores alrededor de la cabeza del Niño. Desde siempre, la azucena ha estado ligada a las leyendas que rodean el nacimiento de Jesús, así como la rosa roja lo ha estado con sus sufrimientos y su muerte. El arcángel Gabriel descendió del cielo llevando una azucena en la mano para anunciarle a la virgen María la inmaculada concepción. Arquetípicamente la escena podría interpretarse como la aparición del Yo Superior en el alma receptiva y pura del hombre. La iconografía cristiana provee a numerosos santos (san José, san Francisco, santa Gertrudis, etc.) con el atributo de la azucena, que simboliza la presencia del Hijo de Dios, de la pureza del alma y de la unión con el Espíritu Santo. En el lenguaje simbólico, en Occidente esta blanca flor tiene un papel similar al de la flor de loto (Nelumbo nucifera) en Oriente. La flor de loto, que alza su inmaculado cáliz abriéndose al sol sobre el agua cenagosa, permanece libre de la contaminación terrenal.
La viva imaginación de los antiguos griegos hizo surgir a esta azucena blanca de unas gotas de leche que salieron casualmente de los pechos de Hera, la diosa celestial «de los ojos de vaca», y cayeron sobre la Tierra. Al igual que la azucena, la leche es considerada algo «celestial» en todos los sitios. Los antroposofos llaman a este líquido blanco «sustancia lunar recién originada», que aún no ha experimentado la influencia «terrestre». La leche materna acoge al nuevo habitante de la Tierra como primer alimento, antes de que le aparezcan los dientes duros, minerales. La azucena blanca también señala el camino desde el «cielo», a través de la Luna, a la materialización terrenal. Pero también indica el camino de regreso al seno misterioso de la existencia. Su blancura no solamente representa el color de la leche sino también la palidez de la muerte y de las osamentas. En cualquier caso, la flor irradia algo no terrenal, algo de otro mundo. Su aparición en los sueños no solo se interpreta como signo de pureza sino como inminencia de muerte. En sentido figurado, también se podría interpretar como la «muerte» de la personalidad baja y egocéntrica.