En el cuento de la Bella Durmiente también aparece este motivo aunque algo cambiado. La maldición de la bruja mala condena a la doncella, representante del alma humana, a morir a los quince años por pincharse el dedo con un huso. Aun cuando se han escondido todos los husos, un día la doncella encuentra uno en una habitación muy poco utilizada. Como no sabe usarlo, se pincha el dedo y cae, junto con el resto de los habitantes del castillo, en un profundo sueño de «cien años». Alrededor del castillo va creciendo un tupido seto de rosales que lo protege. Sólo el joven hijo del rey logra penetrar en el castillo y despertar a la princesa de su sueño. El cuento de la Bella Durmiente habla de nuestra naturaleza inocente e infantil que, al alcanzar la madurez terrenal (la pubertad, primera menstruación), es arrollada por la naturaleza instintiva que llevamos en la sangre, y que nos hace olvidar nuestra verdadera naturaleza. No obstante, nuestra verdadera naturaleza espiritual no puede morir, sigue escondida detrás de un muro de espinas que sólo el príncipe (el Yo Superior) podrá descubrir y hacerla volver a salir de su ensimismamiento: El motivo aparece una y otra vez en diferentes cuentos y leyendas. Una de estas leyendas nos habla del malvado barón que abandonó a sus inocentes hijos en el bosque para que fueran devorados por los lobos. La madre de Dios, no obstante, hace que crezca un seto de rosas protector alrededor de los pequeños.
La tradición celta también conoce los poderes antidemoníacos de la rosa silvestre. En el sur de Francia se adorna a la reina de mayo, representante moderna de la diosa Blanca, con las flores de la rosa silvestre. Hay una leyenda que habla de la creación de la catedral de Hildesheim, en ella aparecen motivos celtas. Érase un emperador que salió a cazar el ciervo blanco y se perdió en el bosque. Se hizo la oscuridad y el emperador, agotado, se echó bajo un rosal y colgó en las ramas la cruz de oro que le había regalado su madre como talismán. Cuando se despertó, todo estaba cubierto de nieve blanca y reciente, pero el rosal se hallaba en plena floración. Entonces el emperador se dio cuenta de que se hallaba sobre suelo santo y mandó construir una capilla en ese lugar.
En las flores del rosal silvestre (Rosa canina), también llamado escaramujo, Edward Bach descubrió un remedio para las personas que anímicamente caen en un profundo sueño, se resignan interiormente y se vuelven apáticas, fatalistas e indiferentes. El sensible médico percibió, por las fuertes vibraciones de la rosa silvestre, fuerzas para despertar en estas personas una nueva alegría de vivir y un interés por la vida. La pasividad anímica se convierte así en la facultad de entregarse de nuevo al Yo Superior, al principio conductor.