La culpa y la expiación se encuentran en el ámbito de Saturno. En el día de penitencia, una vez apagado el fuego del placer y enmudecida la algarabía del carnaval, se esparce ceniza sobre los arrepentidos. Los penitentes de la Edad Media cubrían sus miembros con ceniza y se encaminaban a las profundides del bosque (saturnino) para encontrar el perdón y la comprensión. Los predicadores ambulantes y ermitaños de la India cubren su cuerpo de ceniza y se visten de color rojo, simbolizando con ello que han muerto para el mundo y quemado todas las ilusiones. Saturno, el más viejo y lejano de los siete planetas, es el último paso hacia la absolución del pecado y liberación del viejo Karma.
La época de Saturno es el invierno, cuando el agua, en forma de nieve y hielo, se convierte en cenizas y piedra. Es la estación del año cuando en la imaginación popular sale Santa Claus del bosque de coníferas para visitar a la humanidad. En algunas regiones, el implacable anciano lleva consigo un libro donde están registrados todos los pecados y faltas, en otras se presenta llevando una férula para castigar a los pecadores, y manzanas, nueces y pan de especias para los justos. En Lausitz se presenta cabalgando un caballo blanco y llevando un saco de cenizas.
El invierno es la época de los árboles primitivos, las coníferas. Cubiertas de nieve en el silencio invernal crean un ambiente solemne. Las coníferas simbolizan la fuerza vital indestructible. A diferencia de los árboles de fronda, conservan sus verdes hojas aciculares a pesar del intenso frío. Quizá fuera este el motivo que inspiró al bardo del Cad Goddeu el siguiente poema:
El pino se yergue en el patio, es resistente en la batalla, muchas alabanzas recibió en presencia de reyes y de los olmos, sus súbditos.
En el calendario celta de los árboles, el pino escocés (ailm) simboliza el paso del solsticio de invierno.' El pino es el árbol de navidad bajo el cual nace un Salvador, el vencedor del viejo y negativo Saturno. El árbol siempre verde es la «puerta de Saturno» a través de la cual el Redentor abandona el macrocosmos y penetra en el microcosmos. Bajo el pino nació Atis, el dios fálico de la vegetación que muere y resucita, amante de la gran diosa Cibeles. El cristianismo sustituyó el pino por el abeto. De todas maneras, el niño Jesús, expiador de todas las culpas, sigue yaciendo en un pesebre bajo una conífera. Este árbol es, por consiguiente, la madre macrocósmica del Redentor. La gran diosa aparece en este lenguaje simbólico como árbol universal cuyo ápice es la Estrella Polar y en cuyas ramas brillan las estrellas.