Según cuenta la monja Hátzlerin: «Quien lleva hojas de haya indica que tiene un amante desatento al cual sólo conserva por holgazanería. Esta persona podrá tomarse vacaciones (despedirse) ya que las hayas no proporcionan ningún beneficio excepto como alimento para los cerdos».
¡Es verdad que la haya es algo desconsiderada con otros seres! Impide el crecimiento a todos los árboles que están a su alrededor y con su tupido follaje roba la luz a las hierbas. Es un árbol que no se rodea de una corteza gruesa y áspera sino delgada y lisa, que reacciona de manera muy sensible a la luz del sol y a los cambios de temperatura. Por este motivo, las hayas aisladas se envuelven de un denso follaje de arriba abajo, y cuando se hallan agrupadas en hayedos protegen sus ramas, troncos y raíces superficiales con un tupido manto de hojas. Sólo en primavera, cuando aún las hayas no han echado hojas y los rayos del sol tocan el suelo del bosque, aparecen algunas delicadas florecillas (anémonas, pulmonarias, violetas, primaveras) en el mantillo del suelo. Sin embargo, éstas pronto desaparecerán, sólo unas pocas, como la aspérula o el maianthemum, conseguirán florecer y desarrollarse. En comparación con los robledos u otros bosques de fronda, existe aquí una menor diversidad de especies animales. El musgo es inexistente y sólo se observan unos cuantos líquenes en los lisos troncos y ramas de las hayas. Rara vez crecen helechos o brotes de semillas perdidas en las horcaduras o hendiduras de las ramas o en los nudos de los troncos, como sucede en los viejos manzanos, tilos o robles.
Esta intolerancia, esta exclusión de vecinos y de las revoloteantes mariposas es señal de la influencia del viejo planeta malhumorado. Saturno, según cuenta la leyenda, castró a su padre Urano y le arrebató el dominio del mundo. Movido por el miedo a que sus hijos hicieran lo mismo con él los fue devorando uno a uno tan pronto nacían. De esta manera Saturno, en su aspecto negativo, se convirtió en el principio que inhibe la vida, en símbolo de la intolerancia, la rigidez, los juicios duros y el egoísmo social. Cuando es destronado por Júpiter, que es el principio optimista, se pone de manifiesto su aspecto positivo. Se transforma en un anciano sabio y bondadoso que le enseña a la humanidad la cultura y un cambio de vida comedido y virtuoso.
Este aspecto saturnino positivo se manifiesta en la haya. ¿Quién no ha sentido un profundo respeto, una atmósfera solemne, al penetrar en un hayedo? La tenue luz que se filtra en el silencio del bosque, como los rayos de sol que atraviesan las vidrieras polícromas de las iglesias, nos hacen olvidar las preocupaciones cotidianas y las prisas.