Durante toda la Edad Media, las gencianas fueron consideradas antídotos contra los «humores» venenosos como la pus o la bilis negra. Se creía que la pus lechosa, lunática, no tenía ninguna opción contra el Saturno frío y seco de la planta. Las gencianas amargas también servían de antídoto para los hechizos amorosos. Este remedio servía para que el soñador lunático, hechizado, se desengañara y volviera a la realidad. Los gusanos intestinales blandos y blancos también eran exterminados por la genciana. En cualquier caso, se creía que la planta volvía a restablecer el equilibrio entre cuerpo y alma.
Otros pueblos también tienen ideas similares acerca de estas plantas amargas. Los indios utilizaban las gencianas para la fiebre, las intoxicaciones y las molestias gástricas, los catawba frotaban las «espaldas débiles» con agua de genciana. La especie Gentiana catesbaei recibió el nombre Sampson's snakeroot, por el esclavo negro Sampson que curaba con esta «raíz de serpiente» las mordeduras de serpiente.
En el otro lado del globo terráqueo, en las regiones del Himalaya, la genciana es venerada como encarnación del dios Shiva. Al igual que el divino Señor de todas las almas, que reside en la cima de la montaña Kailash, las gencianas también habitan en las alturas etéreas. En el norte de India y en Cachemira, esta hierba recibe el nombre Nilkantha (cuello azul). Nilkantha es también un sobrenombre de Shiva.
Al principio de los tiempos, cuando los dioses y demonios agitaron el océano primitivo, en su competición para obtener el elixir de la inmortalidad, lo que primero surgió del fondo fue el mortal veneno del mundo. Ningún dios fue capaz de detener este abominable veneno que amenazaba con aniquilar a todos los seres. Fue entonces cuando el Dios de los dioses despertó de su meditación y salvó al mundo bebiéndoselo de un trago. El veneno era tan corrosivo que su cuello se tiñó de azul. Mientras lo bebía, algunas gotas cayeron al suelo convirtiéndose en serpientes venenosas. Otras, sin embargo, se transformaron en hermosas flores azules que, al igual que el bondadoso Shiva, eran capaces de resistir a cualquier veneno.
La medicina ayurvédica considera «ventosas» (vata) a las gencianas, tienen efecto «secante» en el estómago y abdomen, limpian los finos conductos por los que fluyen las energías vitales, expulsan las sustancias venenosas de la sangre, bajan la fiebre, eliminan la pus, matan los gusanos y ayudan a superar la falta de apetito, el cansancio y la pérdida del conocimiento. Los principios amargos le permiten a Shiva, que no es otra cosa que nuestro Yo superior, encarnarse en un cuerpo material manteniendo una conciencia aguda y enfrentarse a la gravedad de la existencia terrenal.
La genciana, sobre todo la amarilla, sigue siendo muy apreciada hoy en día en fitoterapia como remedio digestivo. Edward Bach pudo demostrar que esta planta no solamente está implicada en la digestión física, sino que la esencia floral también puede ayudar al alma a digerir el profundo pesimismo saturnino y los amargos golpes del destino que, de lo contrario, envenenarían la alegría de vivir e inundarían el alma de bilis negra (melancolía). La genciana inglesa, con su influencia marcial, es capaz de vencer el escepticismo, las dudas y el desaliento.