A diferencia de las primeras doce plantas medicinales que, con la excepción de la verbena, apenas tienen un papel en las costumbres y tradiciones celtas, la aulaga, el roble y el brezo común son consideradas plantas sagradas. El agua de manantial siempre ha sido considerada un puente al más allá.
En base a la elección de estos remedios florales se puede observar el progresivo desarrollo espiritual del médico. Cuanto mayor es su serenidad al dejarse llevar por sus intuiciones, más se adentra en las capas más profundas del inconsciente colectivo, mayor es su comunicación con el alma popular que vive en las profundidades de su propia alma. Va tomando cada vez más contacto con las devas de las plantas que ya conocían y veneraban sus antepasados.
Seguramente no fue la intención de Bach tomar como referencia los cuatro puntos cardinales, ni se guió por ningún esquema preestablecido o dogma esotérico, simplemente su sensibilidad le hizo percibir las cualidades internas de las plantas (y del agua), del mismo modo que las percibieron sus antepasados que habitaban en los bosques, cerca de la Naturaleza, y cuyas observaciones quedaron plasmadas en sus costumbres y calendarios.
Los cuatro nuevos remedios le permitieron a Bach aliviar a los innumerables enfermos crónicos que le visitaban en Cromer. Sin embargo, los «Cuatro ayudantes», como los llama en su libro Los doce sanadores y los cuatro ayudantes (1933), no constituyen el final del largo camino.
Bach seguía encontrándose con personas que carecían de ganas de vivir y de curarse y otras que simplemente estaban demasiado agotadas o cuya obstinación les impedía ser felices, todas ellas eran seres que sufrían y que no respondían a ninguno de los remedios disponibles. Por este motivo decidió ampliar los ayudantes de cuatro a siete. Centró su mirada en unas antiguas plantas cultivadas, obsequios de la antigua civilización a la humanidad: el olivo y la vid. Les pidió a unos amigos de Italia y Suiza que le prepararan las flores de estas plantas empleando el método de potenciación solar y que se las enviaran. Una vez más su intuición resultó ser correcta. En la flor del olivo (Olive) encontró un remedio para las personas cansadas y agotadas, y en la de la vid (Vine) uno para las personalidades tiránicas, que nunca están contentas con nada.
Bach descubrió el último remedio floral en abril de 1934. Se había mudado a la población de Sotwell y allí atrajo su atención una gramínea que crecía debajo de los matorrales, la avena silvestre (Wild Oat). Preparó la flor en un día soleado de mayo. En aquella época también elaboró las «gotas de urgencias» (Rescue) para emplear a modo de primer auxilio en los casos de emergencia, shock, conmociones emocionales y dolores intensos. En este preparado combinó los poderes de heliantemo (Rock Rose), clemátide (Clematis) e impaciencia (Impatiens). Posteriormente añadiría cerasifera (Cherry Plum) y leche de gallina (Star of Bethlehem).