Culpeper, que clasifica a la centaura bajo la regencia del Sol (el oro es el metal del Sol) la prescribe, al igual que sus antepasados sajones, para eliminar «los gusanos nocivos», para curar las heridas nuevas y viejas y para tratar las dolencias intestinales. Otros médicos herbolarios astrológicos reconocieron en el sabor bilioso y las flores rojizas el signo del impetuoso planeta Marte y, de acuerdo con el lema «lo semejante cura lo semejante», la emplearon como remedio contra la fiebre. Los farmacéuticos turingenses que recorrían toda Europa Central vendían esta planta como sustituto barato de la quina importada que se usaba contra la fiebre.' La centaura contiene diversos principios amargos. Los modernos fitoterapeutas preparan extractos y tisanas para curar los trastornos digestivos, las dolencias estomacales, la falta de apetito, los estados de agotamiento, la anemia y la fiebre alta.
El párroco Kneipp la valoraba sobre todo por sus virtudes estomacales. La espagírica emplea su esencia para los trastornos hepáticos, el ardor de estómago, el estreñimiento, las enfermedades de la piel debidas a problemas hepáticos y los resfriados crónicos.
Estas dolencias suelen padecerlas las personas que deben «tragar mucho» de los demás, que no saben decir no. Por ese motivo se las denomina vulgarmente «pobres diablos». Aquello que se«traga» y que no puede ser digerido anímicamente se convierte en veneno para el alma. Los médicos de la Antigüedad no separaban analíticamente lo puramente físico de lo puramente psíquico, de modo que utilizaban en este sentido la hierba como «remedio vermífugo».