El brezo común (Calluna vulgaris) cubre comarcas enteras desde Portugal hasta las colinas de Escocia. Este arbusto enano, que no supera los 50 cm de altura, es característico de los paisajes estériles y yermos donde sólo crecen aisladamente enebros, abedules, retamas o pinos. Durante su época de floración (julio hasta principios de octubre) cubre las tierras ácidas y arenosas de las zonas pantanosas y guijarrosas con un magnífico manto púrpura.
Cada planta desarrolla numerosas raíces laterales que se ramifican y entrelazan formando una tupida y enmarañada red en la superficie del suelo. Esta alfombra de raíces es tan densa que los campesinos de los eriales extraen trozos cada cuatro a ocho años para que sirvan de cama al ganado o para fabricar techos, establos o cumbreras.
Es fácil imaginarse al brezo común, que crece formando una densa alfombra vegetal, como símbolo de la sociabilidad. Esto, sin embargo, no es el caso, en el lenguaje de las plantas, llevar brezo significa deseo de soledad. Las personas que llevan una ramita de brezo transmiten el mensaje de que no desean tener compañía ya que esta planta «crece en terrenos áridos y no le gusta que haya otras especies a su alrededor» =s3
¿Quien no se ha sentido embrujado en el silencio, la soledad y la claridad de las landas? Cuando se pasea por estas grandes extensiones de terreno llano y silvestre se guarda silencio, como las personas taciturnas que viven en aislados caseríos rodeados de robles criando abejas y ovejas. En ningún otro lugar, aparte de las elevadas cumbres de las montañas y del mar, puede el hombre encontrarse tan rodeado de silencio y escuchar tan profundamente su propia alma y la de la Naturaleza.
Los campesinos del norte de Alemania apreciaban la ayuda que les podían brindar los pastores de las landas cuando enfermaba su ganado. Estas personas taciturnas de las landas eran capaces de comprender el lenguaje silencioso de los animales y preguntarles qué les pasaba. Además conocían las hierbas indicadas para curarlos.