En aquellos días de otoño en que Bach descubrió el floreciente brezo común en las montañas de Gales, se sintió atraído por una fuente olvidada hacía mucho tiempo. El agua de manantial naturalmente no es una planta, pero a pesar de ello no pudo pasarla por alto ya que intuyó que podría ser un remedio eficaz para aquellas personas cuyos grandes ideales y firmes principios tal vez han endurecido un tanto su alma.
El agua que brota del fondo de la tierra y que aparece en forma de fuente tiene mucho en común con el mundo vegetal. Forma parte del gran círculo del agua que impulsado por la energía del sol recorre la atmósfera y la Tierra y en el cual participa la vegetación. Para los pueblos primitivos es la sangre, la leche de la madre Tierra que alimenta todo principio vital. Para los celtas, las fuentes eran la manifestación de la caldera de la gran diosa en cuyas aguas quedaban grabadas las fuerzas creativas cósmicas procedentes de las estrellas y que, año tras año, volvían a manifestarse en forma de plantas. Es también la caldera donde se renuevan las almas de los muertos, donde se empapan de alegría de vivir y se embriagan de una nueva fuerza vital.
El agua cristalina de la diosa disuelve el polvo y el letargo de las encarnaciones anteriores y se los lleva. Libera a las almas de la prisión de las ideas preconcebidas y les permite volver a participar en el fluir aventurero y veleidoso de la vida. Así se comprende por qué muchas fuentes y manantiales del mundo son considerados lugares de fertilidad en los cualesse bañan las mujeres para recibir las almas de sus hijos (la fuente de Vrenelis en Argovia, o el Lolarka-Kund en Benarés, por ejemplo).
Algunas fuentes también pueden proporcionar fertilidad espiritual, y este es el motivo de que muchos santos y videntes habiten cerca de estos solitarios lugares. Del mago Merlín se dice que hacía vida de ermitaño cerca de una fuente en las escarpadas montañas de Gales, en cuyas aguas sólo saciaba su sed el ciervo, el animal de la diosa. Cuando Merlín bebía de esta agua pura y límpida, dejaba de pensar en las cosas cotidianas y corrientes y a su mente llegaba la inspiración profética. La famosa sacerdotisa del oráculo de Delfos también bebía el agua de una sagrada fuente antes de sentarse sobre el trípode para entrar en estado de éxtasis y hacer sus profecías.
Son las mismas fuerzas las que hacen surgir flores creadas de acuerdo con los arquetipos cósmicos y las que en el hombre provocan la fertilidad y renovación espiritual y física... y siempre es el agua su portadora. Los indios (de India) llaman Shakti a esta fuerza sensorial-sobrenatural que transmite el agua pura. Y el sabio Lao Tse dice en su Tao Te Ching :
Nada en el mundo es tan blando y débil como el agua
y, no obstante, no hay nada que, como el agua,
sea capaz de vencer la rigidez y la dureza,
el agua fluye inmutable siguiendo su camino.