Achicoria

Achicoria 1 ª parte

Achicoria 2ª parte

Los psicólogos han observado que determinados tipos de personalidad no quieren darse cuenta del despotismo y dureza de corazón que llevan en su interior y que buscan compensar estos sentimientos con un exceso de dedicación y preocupación por los demás. Fisiológicamente, estos estados negativos del alma suelen manifestarse en el sistema digestivo: las dolencias gástricas e intestinales crónicas reflejan el anhelo, albergado desde la más tierna infancia, de ser amados y alimentados y de obligar a los demás a hacerlo. Los «sentimientos duros», la autocompasión subliminal y el deseo de posesión pueden manifestarse en forma de estreñimiento y heces duras.

Esta planta medicinal saturnina amarga es útil en un plano físico, en el plano espiritual es beneficiosa la flor azul brillante que descubrió Edward Bach. Sólo basta con contemplar la flor para olvidar, al menos por un momento, la decepción y auto-compasión que caracterizan al Saturno negativo.

La Luna, dulce, soñadora, fértil y receptiva, es la rival de Saturno. En la agricultura, esta oposición se pone de manifiesto cuando los campesinos plantan alternativamente raíces de achicoria y de nabos. La achicoria saturnina hace desaparecer los nematodos «lunáticos» que con frecuencia atacan a los nabos. Y cuando la ya citada monja de Augsburgo recomienda llevar colgada la raíz de achicoria como método anticonceptivo (una especie de píldora preindustrial), ello tiene relación con la hostilidad que siente hacia la vida ese viejo planeta Saturno, ese «devorador de niños» que no tolera ni permite la aparición de vida naciente ni los pensamientos ni sentimientos de otras personas.

La achicoria pertenece a las compuestas. Esto significa que la bonita formación que nos parece una sola flor es en realidad una cabezuela, un arriate donde simétricamente se agrupan varias flores en densos racimos. Igual como un individuo ha de integrarse en la sociedad, la insignificante flor debe adaptarse armónicamente en un conjunto superior. De este modo, el aparente «egoísmo saturnino» de la achicoria es derrotado en su flor.

Al igual que el diente de león, la lechuga, la escorzonera o el salsifí, la achicoria pertenece al subgrupo de las flores liguladas, en las cuales cada flor de la cabezuela tiene una «lengua» (lígula) como hoja floral. Estas flores liguladas suelen contener en el tallo y la raíz un jugo blanco lechoso que tiene un efecto tranquilizante y ligeramente somnífero. Los herbolarios astrológicos hablan de una «influencia de la Luna» y ven en ello un amor no egoísta: el verdadero amor maternal.

El folklore tiene mucho que decir acerca de su carácter milagroso. Se la colgaba en la parhilera para proteger contra las tormentas o brujerías. Aquellos que en silencio arrancaban la raíz el día de Santiago (25 de julio) con un instrumento de oro, nunca de hierro, y siempre la llevaban consigo, se hacían invulnerables a las heridas. Para obtener el amor de otra persona era necesario desenterrar la raíz de esta planta con cuernos de ciervo, principal atributo del Señor de los Animales, Cernunnos, el compañero de la diosa Blanca.

Esto debía ocurrir en la época del solsticio vernal o, para ser exactos, a las dos de la tarde del 26 de junio, tres días antes de la fiesta de san Pedro y san Pablo (29 de junio). Este tipo de rituales indican la existencia de relaciones antiquísimas, apenas ya comprensibles, cuyos orígenes se remontan a épocas celtas y pre-celtas y cuya discusión supera el marco de este libro.

El signo de la achicoria y las ideas que han quedado reflejadas en los mitos y leyendas antiguos son indicadores de las propiedades que descubrió Edward Bach en la flor. Chicory ayuda a las personas a acabar con una personalidad demasiado posesiva y a transformar estos aspectos negativos en un amor auténtico y generoso.